Las cinco de la tarde. El aeropuerto de Palma de Mallorca está en pleno ajetreo. Un sábado más de un mes de abril. Neus, Sandra, Caterina, Sonia, Miguel, Toni, Pedro y José cargan sus equipajes ilusionados con la aventura que van a comenzar. Les esperan más de veinte horas antes de llegar a su destino. Un destino que han ido preparando desde hace varios meses.
En la madrugada del veintinueve de abril, el avión con destino a Santiago de Chile, se convertirá en el lugar de sosiego y descanso que apacigüen los nervios por llegar. Por fin, los Andes. Chile se abre paso tras sobrevolar la majestuosa e impresionante cordillera andina que nos recibe en una mañana clara y soleada. Chile, esa angosta franja de tierra que guarda en sus tierras maravillosos contrastes entre el norte y el sur, de gente luchadora y afable. Tierra de gentes creyentes, tradiciones arcanas y de grandes poetas.
Nuestros primeros días son un peregrinar por las calles bulliciosas del “gran Santiago”, su centro histórico, su plaza de armas, su catedral, el Palacio de la Moneda, en pocos días dejan en nosotros una sensación de complicidad. No nos sentimos extraños. No venimos como turistas. Venimos a formar parte, por un tiempo, de la vida de esta tierra. Poco a poco nos sentimos parte de ella.
Por fin llega el día cuatro de mayo, es el día esperado. A las ocho de la mañana nos subimos al autobús con destino a Curepto. Seis horas de viaje que nos permiten echar un sueñecito y también recordar las imágenes que de Curepto nos hemos ido haciendo durante todos estos meses. Vienen a nuestra retina las fotografías que nos hemos bajado de internet, lo que hemos visto y leído sobre el terrible terremoto que azotó el pueblo, los comentarios que amigos chilenos nos hicieron sobre el lugar y lo ocurrido. Sabemos a dónde vamos, pero todavía queda en nosotros la curiosidad por lo que nos vamos a encontrar.
A nuestra llegada somos recibidos por el Padre Carlos y algunos responsables del Asilo de Ancianos. El encuentro es grato. Son muchos meses preparando y esperando este momento. Sin demorar más el momento y cargando con nuestros equipajes nos dirigimos al Asilo, nuestro lugar de trabajo durante estos días. El primer encuentro, los primeros saludos, el primer contacto. Miradas que se cruzan, sonrisas que se dibujan. Somos bien recibidos. El almuerzo con el que se nos regala nos da a entender que el deseo de todos es que nos sintamos como en casa, casas que ahora están a miles de kilómetros de distancia y a muchas horas de vuelo.
Llega el momento de tomar posesión del que será nuestro hogar durante estos días. Caminar por las calles de Curepto, calles que recorreremos habitualmente a partir de ahora, hace que nuestros pies vayan pisando firme. Como firme es nuestro objetivo y nuestra decisión. Hemos venido a colaborar, a trabajar en aquello por lo que nos hemos preparado durante nuestros años de estudios, a dar lo mejor que tenemos y sabemos, ayudando. También hemos venido dispuestos a aprender, aprender de la gente, de esta realidad, de esta cultura. Esa va a ser nuestra paga.
El Asilo va a ser nuestro lugar de trabajo. En él intentaremos acompañar a los ancianos, colaborar con los responsables y trabajadores del Centro, aportar nuestros conocimientos en la mejora la calidad de vida de los ancianos, aportar sugerencias que repercutan en un mejor funcionamiento del centro y propiciar que esta experiencia pueda repetirse otros años. Somos conscientes de que estamos abriendo un camino y que del resultado de nuestra actuación dependerá el éxito de este proyecto.
Nuestro Colegio La Salle de Palma de Mallorca y la ONGD PROIDEBA responsable de este Proyecto han apostado fuertemente para que sea todo un éxito. La colaboración que el Padre Carlos desde el primer momento nos brindó nos da la seguridad de que así será.
Ahora nos queda un mes por delante. El trabajo no ha hecho más que empezar. Esperamos y deseamos que con el apoyo y el cariño de las gentes de Curepto el Proyecto pueda llegar felizmente a su fin. Estamos seguros que así será.
Gracias por vuestra acogida.